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Saturday, May 20, 2006

La niñita reina

“La pollera colorada”, “Caballo viejo” entre otras pegajosas canciones han sido señal inequívoca de reunión de los Reina y de su chispa particular. Mis vecinas y entrañables amigas desde siempre no pierden ocasión de decirme cuando escuchan esas canciones: “Esas son Reina”.

Pero los Reina son más que alegres melodías. Desde fiestas de carnavales hasta yunzas improvisadas en la casa de mi Papá Cochito en Breña, siempre hay motivo para juntar a la familia. Y por eso es que a pesar de todas las ideas que navegan por mi mente dignas de un post, elijo a mi familia. Sí señor, porque en este caso no es cliché; mi familia es única. Si lo sabré yo. Pero esta unión familiar ya extraña en la sociedad moderna no llegó gracias al azar sino al esfuerzo de los troncos de este clan, en especial a uno.

La vi bailar marinera con un caballo de paso, observé su sonrisa al obligarnos a jugar charada en los clásicos “panderos mensuales”, me reí con ella cuando mojaba a todo visitante que llegaba a nuestras fiestas de carnavales y comí cantidad de rosquitas con su respectivo cafecito cada vez que la visitaba. La mejor anfitriona hasta la fecha. “La Niñita” con sus varias décadas encima sí que era para quitarse el sombrero. Su sola presencia se imponía, su postura siempre erguida, sus aretes brillantes, sus labios muy bien pintados, sus grandes ojos Reina y su sonrisa sin igual ameritaban el apelativo de “niñita”, porque con la picardía de un niño nos alegraba la vida.

Así que mientras mis amigos tenían a su tía Marujita, Rosita o Juanita; yo tenía a mi “niñita”. Doris Reina Noriega es la única hermana mujer de los Reina, y pues digna a su sobrenombre, sus hermanos la veían como “la niña de sus ojos”. Ella siempre incentivaba las reuniones familiares y con un brío particular estrechaba los lazos de esta estirpe. El amor por su familia lo llevaba a flor de piel y no temía manifestarlo con el acento chachapoyano al que Lima no pudo vencer.

Yo la recuerdo como alguien incansable, idealista y noble. Se preocupaba por el bienestar de todos e impartía amor a su paso. Altruista de naturaleza y pedagoga de profesión, “la niñita” sí que sabía apropiarse de corazones. Su casa parecía de catálogo, siempre un anís, lista para recibir visitas y ello era muy oportuno pues “la niñita” era un imán para las amistades y el que menos pasaba a saludar a “Dorisita”.

Pero hasta en las mejores familias acaecen desgracias y así pasó. Yo cursaba cuarto de primaria y hubo un apagón en la familia Reina. Mi tía que hace unos días nos enseñaba a unas amigas y a mi a bailar la “chumaichada”,baile típico de Chachapoyas, ahora bailaba al son del cáncer. Su diagnóstico: cáncer al pulmón. Nuestro diagnóstico: tristeza y miedo Terminal. Mi familia no veía venir ese golpe. Todos andaban desolados. Todos menos ella que pronto aprendió los pasos de esta mortal danza y se adueñó de la pista de baile. Venció el cáncer. Así sucedió y desde ese entonces sin darnos cuenta la idealizamos y consagramos interiormente como inmortal.

Pasaron varios años de alegrías. Ella siguió llenándonos de júbilo con su esplendor. Continúo con su trabajo de unirnos cada vez más y de hacer de nuestra parentela una cohesión. Disfrutamos de más reuniones en su casa, mis primos y yo escondiéndonos para que no nos obliguen a bailar con la sonrisa más fingida del mundo, carcajadas y bullicio son elementos congénitos de nuestros encuentros. De pronto, entre la alegría de recibir nuevos miembros en la familia, la niñita tuvo su segundo encuentro con el cáncer, esta vez la lucha fue más reñida. Pero detalles al respecto no daré. Sólo que su cuerpo no venció, más su ánimo… hasta el final incólume quedó.

Por primera vez vi a la congoja apoderarse de mi familia, y para ser sincera de mi persona también. Definitivamente hasta ahora el momento más difícil que he atravesado y que como familia encaramos. Pero decir que es injusto, reflexionar en lo efímero de la vida y otras sobre estimadas verdades queda ya fuera de lugar. Recuerdo que mi última plática con ella giraba en torno a Cantinflas y las sonrisas que le había robado a lo largo de su vida. Fui a darle ánimo pero acabo siendo ella, como siempre, la fuente de ánimo y consuelo.

Mi hermana y mi prima, ambas muy pequeñitas, jugueteaban tranquilas el día del velorio. Recuerdo haberlas envidiado pues sus sonrisas eran sinceras y sus ojos no tenían el rojo acusador de noches seguidas en las que las lágrimas no dieron tregua. Mas después de pensarlo, no, no las envidio en lo absoluto. Porque cada lágrima ha sido bien derramada, porque fui yo la que disfrutó de su compañía y del placer de conocerla. Estoy segurísima de que en unos años más, cuando mi hermana y mi prima escuchen las anécdotas en las que la niñita fue protagonista, ella serán las que sientan envidia.

Entretanto, los Reina se siguen reuniendo, no con la continuidad de antes pues las cosas cambian y muchas hojas del árbol de ésta familia van dispersas por el mundo. Pero todas y cada una de ellas jamás olvidan el lugar al que pertenecen ni dudan de que se les espera con los brazos abiertos. Hace ya casi 4 años que la niñita se fue, pero no habrá tiempo suficiente para que su memoria se esfume, no si en cada sonrisa de los Reina se ve más que reflejada la pícara alegría que de ella dimanaba.

Mmm pero como este clan no es creado por ningún genio hollywoodense, la familia Reina como simples mortales que son, se caracterizan sí por su júbilo y risotadas, pero ay del que los encuentre en su cuarto de hora. Los ánimos caldeados de los miembros de esta familia pueden desencadenar la hecatombe. Pero de las renegadas y ceños fruncidos en otra ocasión se escribirá sino este post no encontrará nunca el final.

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